Guerra de divisas, un problema a largo plazo

La cumbre del G-20 celebrada la pasada semana finalizó ayer con una declaración final en la que se insta a los diferentes países a “abstenerse” a manipular sus divisas para evitar el estancamiento del comercio internacional. Después de que, tanto EEUU como China, hayan llevado a cabo una voluntaria depreciación de sus respectivas monedas como medida para implementar sus exportaciones, sin mostrar intención alguna de recular, la declaración del G-20 se antoja tan bienintencionada como vacía de contenido. Detrás de las frases políticamente correctas y poco concretas del texto, se mantiene el enfrentamiento entre dos modelos de mercado opuestos: el chino, que consume poco y exporta mucho; y el estadounidense, que consume mucho y exporta poco.

De hecho, China logró en el último momento que se retirase del texto una mención expresa a la necesidad de que no se frene la revaloración de las monedas. Podría parecer, a juzgar por los continuos llamamientos de EEUU para que el gigante asiático acelere la revaluación de su moneda, que toda la responsabilidad de los desequilibrios comerciales queda en manos de los países emergentes. Sin embargo, Obama ha quedado totalmente desacreditado después de que la Reserva Federal la semana pasada de comprar bonos del Tesoro por 600.000 millones de dólares, una medida que devalúa, de hecho, el dólar.

Este tipo de medidas son, en realidad, formas disimuladas de proteccionismo que, como se advierte en el texto del G20, puede derivar en un proteccionismo de carácter directo mediante el establecimiento de aranceles, barreras o control de capitales. Todas ellas son soluciones cortoplacistas que sólo traen una engañosa mejoría, hipotecando y retrasando la auténtica salida del pozo. La historia nos ha enseñado que la manipulación salvaje del precio del dinero con el objeto de avivar la economía propia y la guerra de aranceles fue lo que convirtió una recesión en la crisis del 29 en una depresión económica que duró diez años. El desagradable tufillo a “sálvese quien pueda” que se trasluce de todo esto, amenaza con descoordinar la economía mundial, algo de imprevisibles consecuencias en mundo globalizado como el actual.


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