Mercado en riesgo

Entre inflación, estatizaciones y juergas cambiarias de final abrupto, es oscuro el panorama de la actividad bursátil. La Bolsa de Caracas pasa el peor momento de su larga historia.

El informe de actividades de 2010 que fue entregado esta semana a los miembros de la Bolsa de Valores de Caracas refleja una utilidad superior a 43 mil millones de bolívares. No suena mal. Implica un aumento de 63,93% con respecto al año anterior. El problema es que no es tanto como debería ser si existiera un mercado de valores saludable, y además una gran tajada de ese monto se obtuvo por operaciones financieras con los recursos propios de la institución. En otras palabras: la Bolsa está viviendo de las buenas inversiones que ha hecho con sus ahorros porque su actividad natural está en picada.

Ningún corredor se atreve a hablar con libertad. El trauma generado por la intervención de las casas de bolsa no sólo produjo un éxodo de profesionales: también instaló un clima de temor en el que las opiniones son expresadas pero bajo la condición de anonimato. Quienes quedaron en pie tras el vendaval no quieren arriesgarse y quienes tuvieron que salir de Venezuela prefieren un bajo perfil que no complique aún más su ya delicada situación legal.

Desde el off the record el panorama que relatan es desolador: el mercado de valores al día de hoy es pintado como un animal agonizante. Todos los conocedores reconocen que nunca alcanzó los niveles de fortaleza de otros de la región. Pero tuvo épocas mejores. Durante los años setenta el propio Estado promovió el desarrollo del negocio de los títulos valores. Fue un momento de esplendor que resultó afectado, como tantas otras cosas, por el colapso económico que se experimentó a principio de la década siguiente tras el avenimiento del viernes negro. Ese momento se vio superado con el llamado Plan Brady de reestructuración de deuda y con la consecuente aplicación de un esquema de privatizaciones que llevó al mercado a empresas como la telefónica nacional CANTV.

A partir de 2002, sin embargo, todo empezó a cambiar. Otros analistas consultados señalan que la cosa comenzó antes. Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1998 la presencia activa de inversionistas extranjeros inyectaba energía al mercado. Pero, como se sabe, los capitales exigen estabilidad, reglas de juego claras y proyecciones de un futuro con señales positivas. Arribando a Miraflores el ex militar golpista, muchos tocaron a retirada. En el año 2000 un actor tan importante como la Electricidad de Caracas salió del escenario: sus acciones se desplomaron y AES Corporation lanzó una Oferta Pública de Acciones que le dio control absoluto de la empresa. Pero siete años más tarde, el Gobierno decidió que era vital nacionalizarla.

En 2003 apareció el control de cambios. Y posteriormente más actores destacados quedaron fuera de cotización: Venepal y CANTV. Y de ahí en adelante las nacionalizaciones de otras empresas marcadoras como el Banco de Venezuela, Cemex, Cerámicas Carabobo, Terminales Maracaibo y la Siderúrgica de Venezuela terminaron por dejar al mercado notablemente disminuido en su atractivo. "Con eso la bolsa quedó prácticamente muerta", dice un operador.

Eso, a grandes rasgos. El mazazo casi definitivo se dio con la intervención -y liquidación de muchas de ellas- de 47 casas de bolsa y sociedades de corretaje en medio del enorme escándalo tras la gran fiesta de operaciones con instrumentos convertibles en dólares que propició el mismo Gobierno.

Te da y te quita, te quita y te da

Con una inflación que ha promediado 21% en estos diez años, difícilmente el inversionista iba a encontrar refugio suficiente en el mercado de valores. Eso, en opinión de Asdrúbal Oliveros, director de la firma de asesoría Ecoanalítica, en buena medida determina la situación adversa: "Y la segunda gran estocada es el control de cambios. No había, entonces, instrumentos rentables y las casas de bolsa se dedican al mercado cambiario a través del llamado dólar permuta. Y eso fue incentivado por el Gobierno que colocó más de 45 millones de dólares en bonos de la República entre 2003 y 2010".

Con solo eliminar las permutas, sostiene, se habría desatado la crisis en el negocio: "Igual ahora no tuviéramos casas de bolsa". La actividad de los corredores en estos años de revolución se mantuvo gracias a la verde moneda prohibida: "Estimamos que durante 2003 el mercado de permuta manejaba entre 10 y 15 millones de dólares diarios. Y en 2009 llegó a mover 100 millones al día. Eso es 27 mil millones de dólares en un año. ¿Quién tiene ese dinero? En un país donde el sector privado apenas exporta unos 3 mil millones, está claro que los dólares los ponía el Gobierno".

También queda claro cómo: bonos de deuda pública, bonos argentinos, notas estructuradas y colocaciones de Petróleos de Venezuela: "Recordemos que el Gobierno le dio la potestad a Pdvsa de no entregar todos los dólares recibidos. Eso entra al mercado cambiario por dos vías: pago a contratistas y recompra de bonos".

Ecoanalítica calcula que en 2009 la petrolera inyectó 11 mil millones de dólares al mercado paralelo. Y a eso habría que sumar las operaciones del Fonden y de la Tesorería Nacional.

"Muchas de esas operaciones quizás eran poco transparentes, pero eran legales", señala Oliveros: "El mercado permuta fue un aliviadero del cambiario, pero a partir de 2008 se agravaron los problemas de Pdvsa y se afectó el flujo de divisas y la presión de la demanda disparó el precio del paralelo".

Un corredor despacha el asunto: "Puedes llamarlo permuta o como quieras, pero la verdad es que era cambio de dólares. Y era muy rentable. Eso hizo que mucha gente quisiera entrar. La Comisión Nacional de Valores le dio licencias a un montón de sociedades de corretaje y por ahí entraron nuevos jugadores al mercado que no estaban en capacidad de accionar pero que vieron una oportunidad de negocio".

Y en cierto momento, la fiesta terminó a botellazos: "El Gobierno utilizó como excusa que las casas de bolsa especulaban para acabar con un mercado cuyos precios se estaban convirtiendo en marcadores de la economía", explica Oliveros: "Pero, ¿dónde están los responsables de esos volúmenes de colocaciones por parte del Gobierno?". La situación, coinciden los expertos consultados, tiene dos flancos: en parte se le fue de las manos al Gobierno por la disminución del flujo de divisas y en parte tiene que ver con el modelo ideológico que propone la supremacía del Estado en todo sector productivo.

"Decir hoy que eres corredor de bolsa es como decir que eres ladrón", se queja un operador: "Ahora resulta que somos culpables de la inflación, del desabastecimiento y de toda vaina. No niego que se hicieron cosas indebidas, pero el mismo Gobierno propició esa situación". La fuente cita un ejemplo: la obligación de aceptar órdenes de compra de bonos a personas con sólo presentar la cédula de identidad. "Eso es contrario a las leyes, pero si no las aceptabas te denunciaban ante la Comisión de Valores". Así, claro, más de un avispado hizo grandes negocios. "Y después, revisaron esas colocaciones y encontraron que había irregularidades. Por cosas como esas pagamos todos".

La historia, señalan, se parece a la de la banca y a la del sector inmobiliario: abrir compuertas a nuevos actores, dejar hacer y calcular el momento para el golpe. En este caso, Oliveros precisa el comienzo de todo: "Cierto actores del sector financiero, muchos de estos boliburgueses, le dan la excusa al Gobierno. Cuando se consiguen los desajustes en las empresas de Ricardo Fernández Barruecos -sus bancos y la casa de bolsa U21- se desató la arremetida".

Manuel Alonso Rebareda es, desde el 30 de marzo, el nuevo presidente de la Bolsa de Valores de Caracas, la institución en la que el año pasado se hicieron operaciones totales por el orden de 419 millones de bolívares fuertes y que ha debido hacer importantes recortes en sus gastos y personal. No será una gestión sencilla: corredores consultados señalan que este año se esperan pérdidas en las finanzas propias de la Bolsa.

Alonso, con todo, es optimista: "Esta es una situación coyuntural. La Bolsa ha visto pasar diferentes gobiernos con sus políticas económicas y ha subsistido. Esta institución de 63 años no va a perecer. La única forma es que la asesinen, que la cierren. Y no creo que hagan tal cosa". Alonso hace una precisión importante: "La crisis no es de la Bolsa. Esas operaciones de mutuos y de cambio no tienen que ver con la Bolsa de Valores, no se hicieron aquí. Y en la mayoría de los casos se trató de gente nueva, que entró en este sistema durante los últimos diez años, de nuevos actores que vieron la oportunidad de hacer dinero rápido".

Algunos conocedores apuntan que en 1999 no llegaban a 100 las empresas dedicadas a negociar en el mercado de valores. Y el año pasado posiblemente sumaban 300: la mayoría de frente en el negocio de los dólares. El sacudón también ha funcionado como factor de depuración, al menos desde ese punto de vista. Pero entre las restricciones y las intervenciones actores tradicionales salieron del juego. Y otros que demostraron hacer las cosas bien y pasaron las mil y una fiscalizaciones, han tenido que redimensionar sus operaciones y al menos siete compañías solicitaron su retiro del Registro Nacional de Valores, con lo cual, pese a que conservan sus puestos en la Bolsa no estarán activos: "Es mejor quedarse afuera", dijo un directivo.

Se espera que incluso las empresas que hoy cotizan en el mercado se replanteen su permanencia en vista de ciertos pagos impuestos por normas recientes de la Superintendencia Nacional de Valores. "Tomás Sánchez recibió la orden de acabar con el mercado y eso lo ha hecho muy bien", asegura un corredor: "Jamás aceptó reunirse con la directiva de la Bolsa".

Esto debería cambiar pronto. Es lo que espera el recién electo presidente de la Bolsa: "Tenemos que sentarnos a hablar, no hay otra alternativa", asegura Alonso: "Y creo que ya hay una disposición de las autoridades a tener un diálogo. Creo que vamos a poder caminar juntos hacia algo ordenado y más eficiente y que podremos colaborar con el Estado". Alonso tiene la certeza de que siempre habrá una Bolsa de Valores. El reto futuro es entender cómo será, cómo adaptarse a los cambios.

Fuente: El Universal

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