Bielorrusia. No hay divisas. Ni en Minsk ni en ninguna otra parte. Han desaparecido


"Lo que empezó siendo una crisis de divisas se ha convertido ya en una crisis de producción que ya ha repercutido en los ingresos de la población", aseguró a Efe el economista y dirigente opositor Yaroslav Romanchuk.

El Banco Central de Bielorrusia (BCB) anunció esta semana una devaluación del rublo bielorruso de un 54,4 %, de forma que la divisa nacional se ha desvalorizado en un 71,62 % desde el pasado 31 de diciembre.

La tercera devaluación en la historia de Bielorrusia intenta frenar el déficit comercial, que ronda los 10.000 millones de dólares y uno de los mayores del mundo, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), y la escasez de reservas.

"Una de las razones es el déficit de balanza comercial que representa ya en torno al 25 % del Producto Interior Bruto (PIB).

Para combatir esta tendencia se necesitan o reservas o inversiones extranjeras. Bielorrusia carece de ambas cosas", apunta Romanchuk.

Mientras, los precios de los productos básicos como el pan, los cereales o la gasolina se han disparado, el salario medio ha disminuido de 500 a 300 dólares, la inflación ronda el 20 % y el número de desempleados ha alcanzado un récord histórico de 700.000, cuando la población activa no llega a los 5 millones.

Los bielorrusos acostumbrados a la estabilidad económica de un país que funcionó durante las últimas dos décadas como el koljoz (granja colectiva) que dirigió en su tiempo el presidente, Alexandr Lukashenko, han reaccionado "con pánico".

"La gente está desesperada. En cuanto tienen algo de dinero, lo gastan en comprar cualquier cosa, desde arroz a macarrones, frigoríficos, tostadoras o televisores", aseguró a Efe el veterano político opositor Anatoli Lebedkó.

Los bielorrusos se han aficionado de nuevo a las largas colas frente a las tiendas propias de los tiempos de escasez de la "perestroika" (reestructuración), entre 1985 y 1991, con tal de adquirir bienes que no vayan a perder su valor tan rápido como el rublo.

Lo mismo hacen durante días y noches enteras en los puntos de cambio de divisas para salvar sus ahorros, pero sin suerte, ya que apenas nadie ha podido cambiar rublos por los preciados dólares.

"No hay divisas. Ni en Minsk ni en ninguna otra parte. Han desaparecido", señala Lebedkó, que destaca el "gran déficit de productos importado" como las medicinas occidentales.

Las autoridades, preocupadas con el estallido del descontento social, han amenazado con detenciones a los corredores de divisas en el mercado negro.

"Hay una gran incertidumbre porque los precios crecen y el Gobierno no reacciona. Si se congelan las construcciones, se paran las fábricas y estallan las huelgas la crisis de agravará", dice Romanchuk.

Los bielorrusos temen que en su país, que eludió en su momento la terapia de choque, ocurra como en Rusia en 1998 y sus ahorros se conviertan en papel mojado de la noche a la mañana.

Bielorrusia era la tercera economía soviética en nivel de vida, por delante de Rusia, pero desde la caída de la URSS en 1991 el país ha mantenido casi intacto el sistema de planificación estatal que depende para su perpetuación de la importación de hidrocarburos rusos a precios subsidiados.

"El país necesita dinero, pero ni los créditos, que ya salvaron la economía en 2009 y 2010, ni un rescate serán suficientes. Hay que reformar y liberalizar los precios y el mercado de divisas", indicó Romanchuk.

Además, compartió la valoración del ministro de Finanzas ruso, Alexéi Kudrin, sobre que Minsk podría recaudar miles de millones de dólares acometiendo la privatización de sus activos estatales.

"Según mis cálculos, el Estado podría ingresar hasta 10.000 millones de dólares si privatiza sus doce principales activos en los sectores energético, de transporte y telecomunicaciones", dijo.

De lo contrario, advierte, "la crisis será ya estructural y entonces el sistema bielorruso de estilo soviético en el que el Estado lo controla todo y las compañías estatales disfrutan de grandes privilegios se vendrá abajo".

"El BCB contribuyó a la crisis al emitir demasiada moneda para que Lukashenko ganara las elecciones presidenciales de diciembre pasado. Aumentaron los sueldos a los funcionarios en un 50 por ciento", comenta Romanchuk.

Pese a que los expertos consideran que la devaluación es una medida tardía y perjudicial para el consumidor, Lukashenko se mantiene en sus trece y culpa de todos los problemas al incremento de los precios energéticos por la vecina Rusia.

El caso es que es Rusia la única tabla de salvación a la que se puede agarrar Minsk, ya que el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo ya ha dicho que no ayudará a Bielorrusia por tratarse de última dictadura de Europa.

Moscú está dispuesto salir al rescate con generosos créditos, pero ha puesto como condición que Minsk anuncie un programa de privatización de tres años, en el que las empresas rusas partirían obviamente con ventaja.

Pero Lukashenko se resiste a ceder a bajo precio, por ejemplo, el control de las redes de energía y otros activos estratégicos, aduciendo que Rusia convertiría así a Bielorrusia en su protectorado económico. EFE

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